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En el azar lo imposible es posible Por: Gise

Recuerdo que tenía la mitad de la edad que me acompaña en este momento. El inicio de la adolescencia donde las emociones se vuelven un poco más caóticas y creo, siguen siendo tan genuinas como las de los niños. Habían pasado aproximadamente catorce meses desde la cantidad de cambios que habíamos tenido que afrontar por aquel suceso, yo acababa de levantarme y veía a mi papá llorar ¡como nunca!... tanto que no sé si por hormonas, por empatía...aunque no sabía aún por qué, yo también empecé a llorar. Él no lo podía creer, volvía y revisaba el papel que tenía en mano, y recuerdo verlo marcando en el teléfono para corroborar que lo que había escuchado era cierto, es que en las realidades de la realidad normal del ciudadano de a pie eso parecía imposible.

Hasta este momento, creo que se deben de preguntar ¿pero, qué coño fue lo que pasó? ... Bueno, volvamos a donde la vaina empezó:

Mi tío el mayor en una conversación con mi papá le contó que estaba haciendo unos trámites porque le habían hablado de una persona que ayudaba a gestionar los documentos necesarios para que las personas pudieran irse al Canadá. Mi tío pensaba que era una gran oportunidad pensando en el futuro de los niños, mis primos son cuatro y en el lado de acá somos tres. Mi papá al comienzo fue un buen receptor. Después de un tiempo, mis papás volvieron a conversar del tema y reconociendo que éramos tres hijos “seguidos” (edades casi que consecutivas) sumado con la situación económica que si bien era estable no sabían en un futuro como iban a hacer para lograr ingresar tres hijos a la universidad, además tenía mi mamá la posibilidad de conseguir un trabajo (ella había dejado de trabajar cuando nosotros nacimos)...todo esto, los hacía reconsiderar la situación. Entonces, empezaron a hacer todos los trámites, incluso terminaron uniéndose a esta oportunidad otro hermano soltero de mi papá y mi abuela materna.

Así que bueno, sacamos por primera vez los pasaportes ¡recuerdo que salí horrible!, eso era lo único que yo captaba en ese momento, pero bueno, ¡ya estaba! todos teníamos el pasaporte y debíamos seguir gestionando las vueltas. Una de esas y muyyy importante que ya había vivido mi tío con su familia era ir a Bogotá a hacer las diligencias de exámenes médicos y la embajada: tengo recuerdos difusos del diciembre previo a ese año de hacer todo eso, donde veo la esposa de mi tío llevando una maleta por el barrio y diciendo que por fin ese año iban a salir todos los papeles para irse a Canadá. ¡Imagínense! Esa era mi primera vez en la capital, bajar de un bus casi a las 7 a.m. buscando donde vomitar porque eran muchas horas en un bus, yo que nunca me mareaba con nada, recuerdo sentir el frío de la ciudad y mi papá apurando porque íbamos a llegar tarde a la cita con el médico. Les puedo decir que en medio de la ignorancia de mi edad ese lugar no me agradó, la bendita intuición que no falla.

Hasta ese momento todo iba bien, excepto que mi tío estaba tan ansioso porque ya todo iba súper bien que ¡vendió todo en un pulguero! ¡Todo! y mientras confirmaban fechas seguía ahí en la casa de la suegra. Por su parte, mi papá habló con mi mamá de no vender nada hasta que estuvieran muy seguros de las cosas, porque soltar algo por lo cual se habían esforzado mucho en tener, cuesta (pasa en muchos momentos y aspectos de la vida). Así que... esperamos... esperamos... y seguimos esperando. Llegó una carta, una carta que venía de la embajada y decía que no habíamos sido aceptados. Sí, muchos meses volteando en esto y no habíamos sido aceptados. Perooo, no, eso no era por lo que lloraba mi papá aquella vez que me levanté. Cuando llega la carta, en mis recuerdos está que algo no cuadraba con la carta. Pues, señoras y señores...como dice mi mamá ¡eso era un chanchullo! y entre averiguar y averiguar, la persona que lideraba todo el proceso para que las personas se fueran a Canadá sí había logrado esto. Pero, hacía dos años que había empezado a tumbar a la gente ¿cómo sé esto?, porque después empezaron las denuncias y ¡boom! fue noticia nacional, incluso mi papá volvió a la ciudad bonita y fría a rendir declaratoria. El tema fue que evidentemente mi papá se había endeudado sobre manera para poder realizar todos los trámites y los “preparativos del viaje”, lo que llevó a mis papás a tomar muchas decisiones al tiempo entre esas que sus tres hijos debían salir de estudiar: mis papás se habían esforzado mucho, en este caso mi papá hablando netamente de lo económico, para poder pagarnos colegios privados porque se decía o dice que ahí es mejor la educación. Las cuentas eran con los bancos y con terceros, parecía que todo iba apretándose y como decía mi hermano: pá, antes estábamos mejor. A mi hermano, le dio muy fuerte la salida de su colegio donde estudió desde kínder y a mis papás, los adultos que deben de pensar en otro tipo de cosas... más.

Sin embargo, creo a estas alturas que cada cosa tiene una perfecta y profunda razón de ser. El 12 de noviembre del 2008 “un año larguito” después de todo eso, mi papá y mi mamá estuvieron volteando mucho buscando donde ir a hacer un chance. A mi familia paterna siempre le ha gustado mucho los juegos e incluso esto de las loterías, y sí, ahí estaban mis papás ese día queriendo hacer uno... uno que volvería a dar calma en muchas cosas. Ellos dicen que todo ya estaba cerrado, pero lograron encontrar un sitio abierto donde realizaron dos chances que jugaban como doblechance. En la mañana siguiente, mi papá lloraba porque había ganado el chanche por más de 20 millones de pesos que eran lo justo que necesitaba para pagar las deudas que tenía desde nuestro “sueño de vivir en Canadá”, como decía mi mamá.

Hoy tantos años después, creo que ese episodio que a todos nos golpeó de alguna manera tuvo un propósito desde el inicio, hoy muchas cosas que somos y soy han sido de algo que parecía imposible de solucionar y que cuando logró solucionarse lo único que dejó fue luces en el camino.

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